Creciendo... junto a ti CAPITULO 11

- ¿qué haces aquí? – pregunté sorprendido, era la personas que menos esperaba en ese momento.

- ¿así recibes a todas tu visitas?

- sólo a las que no espero

- los amigos no se avisan - Yunho sonrió divertido ¿acaso nunca se cabreaba? Por más cortante que lo trataba él solo sonreía y me seguía acosando.

- repito, ¿qué haces aquí?

- mi jefe me dio esta mañana libre y me di cuenta que no tengo ningún ramo importante hoy – comenzó a explicar mientras disimuladamente se hacia paso hacia dentro de mi departamento – ¿y estás aquí por que…?

- solo quería verte – respondió con simpleza y sentí como mi rostro se calentaba - ¿por qué tienes el cabello mojado? – me preguntó acercándose hasta acariciar ligeramente mi húmedo cuello

- nada importante – volteé mi cara hacia otro lado, él se había acercado demasiado y no parecía querer alejarse puesto que acarició sutilmente la parte detrás de mis orejas para después volver a mi nuca

- ¿nada? – insistió en un tono juguetón

Posó su frente sobre la mía y por un momento me sentí bastante cómodo con ese gesto, me sentía como un niño siendo mimado, el niño inocente que nunca tuve la oportunidad de ser y sólo por eso no me aleje.

Su otra mano no tardó en llegar a mi mejilla y secar algunas pequeñas gotas de agua. Su mano era algo áspera, pero su tacto era realmente suave. Lentamente se acercó a mi cuerpo. Quería moverme pero mi cuerpo no reaccionaba. Quería correr lejos de ese poder que él parecía tener sobre mi.

- ¿tanto te molesta mi cercanía? – preguntó entretenido - ¿o te mordiste los labios por que quieres que me acerque más? – insistió mientras frotaba sus labios contra los míos sin darle mayor profundidad a ese gesto

Es cierto ¿qué quería? Esa era una excelente pregunta, no lo sé. Quiero alejarme, pero no lo hago. Quiero besarle, pero no se le permitiré. Quiero golpearlo con todos mis fuerzas, pero no lo hago, solo me quedo parado sin hacer nada.

- Yunho – logré susurrar mientras inconcientemente me acercaba más a él

Él sonrió. Mi pecho dio un vuelco repentino. Ya casi había olvidado el poder que tenía su sonrisa sobre mi. Había algo en ella que podía conmigo.

- ¡Changmin! – gritó Minho saliendo de mi habitación con una polera en la mano y todo el pecho descubierto - ¿puedo usar es…?

Me separé rápidamente de Yunho apenas sentí sus pisadas acercarse, pero no lo suficiente. Minho nos miraba algo sorprendido, seguramente la distancia que ahora nos separaba seguía siendo corta, pero no era tan comprometedora a la que teníamos hace algunos segundos.

- ¿Hyung? – le llamó extrañado - ¿qué haces aquí?

Pero Yunho no contesto, solo se limito a observarlo. Vio durante unos segundos a al chico semidesnudo para frente a él con el cabello aún húmedo, aunque no tanto como el mió, y luego volteo a verme de forma analítica. No entendía muy bien su actuar, pero me puse nervioso.  ¿Qué era lo que estaba pensando para ponerse así de serio de un segundo para otro?

- Changmin – llamó Minho mi atención al verse ignorado por tanto tiempo -  ¿la polera esta bien? – me preguntó algo cohibido, la mire y sin más asentí con la cabeza.

El ambiente se había vuelto tense de un momento a otro, yo podía sentir la mirada penetrante de Yunho sobre mi, pero seguí sin saber a que se debía. Por eso odiaba estar cerca de él, de repente todo era sobre él. Pendiente de sus gestos, su tono de voz, su cercanía y mi vida dejaba de ser lo que era.

Yunho y yo nos miramos unos segundos cuando Minho se salió de nuestro campo visual, pero no logre mantener por mucho tiempo la mirada, me aparté avergonzado, aunque no tenía motivo alguno para estarlo.

- me iré a clases – anuncio Minho y sin más salió del departamento, parecía haber huido de algo, ¿tan tenso era el ambiente?

- lo estaban pasando bien parece – soltó con un tono de voz que no me gustó

- … claro que si

- ¿qué hacían? – me preguntó una vez se sentó en mi pequeño sillón

- jugar – conteste sinceramente

- ¿sólo eso? – insistió

-… si - ¿por qué me sentía nervioso?

- ya veo

No entendía porque sentía esa extraña presión en el pecho, yo ni siquiera tenía que explicarle que era lo que hacía o porque lo hacía. Debería sacarlo de mi departamento, no, no debí dejarlo entrar si no lo quería ahí. Pero no me atreví a cerrarle la puerta en la cara.

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