Creciendo... junto a ti CAPITULO 4

Mirando como la enfermera terminaba de ponerme la bota sobre mi pie y el doctor  terminaba de anotar algo en la hoja fue como terminé, después de aguantar ser llevado por toda la universidad en brazos como si fuera una princesa. Al menos no dijo nada durante toda mi travesía, si es que se le puede llamar así.

- muchas gracias.

- no te preocupes – dijo sonriendo cortésmente – es mi trabajo. Aquí esta tu ficha y esta es la hora de tu siguiente revisión.

- gracias – respondió mi acompañante - ¿no vamos?

- me iré solo.

- claro que no – me miró desafiante

- claro que si

- no

- si

- no, ahora cállate y déjame acompañarte a tu casa.

-…

Genial. Un idiota con sonrisa bonita me mandaba a callar y lo peor era que no hacia nada para evitar ser prácticamente jalado por todo el hospital. Solo podía ver su espalda delante de mi. Era bastante musculosa por cierto.

- vivo en un departamento – comenté luego de un tiempo dentro del taxi, no hablábamos y eso me ponía nervioso.

- yo también  - sonrió

Maldición. No me entendía. No quería hablar o acercarme a él, pero si quería verlo sonreír. ¿cómo se le llama a eso?

- ¿tienes sueño?

- un poco – respondí algo sorprendido. ¿cómo lo supo?  Ni siquiera había bostezado - ¿por qué?

- curiosidad, en la cancha no parecías ser un chico tan callado.

Nuevo dato: él era bastante observador. Lamentablemente no parecía notar que no quería que se me acercara. Me ponía nervioso. Su sonrisa. Había algo en ella que me llamaba la atención y no solo por como era físicamente, sentía que escondía algo.

- estaba con mis amigos – solté como si fuera algo obvio. Observador, pero no muy inteligente.

- mmm – miró mi reflejo a través de la ventana – seamos amigos – propuso de la nada.

- definitivamente no.

- ¿por qué no? – reclamó y el conductor rió disimuladamente. ¿cómo se veía nuestra situación desde otra perspectiva? Seguramente bastante patética e incómoda.

Si le explicaba la situación probablemente se marcharía ¿o no? Una persona normal lo haría, pero no lo conozco lo suficiente para saber si él es una de ellas. Mi intuición me dice que no lo es, aun que no pierdo nada con probar.

- porque te o...

- ya llegamos – anuncio el taxista – su boleta.

- muchas gracias, aquí esta el dinero-

Baje molesto por la interrupción. En fin, a lo mejor no habría funcionado. Lo intentaré mas adelante. Aunque lo ideal sería que no hubiera un más adelante, solo tenía que subir a mi departamento, despedirme y mañana solo fingir que nada pasó.

- arriba, rápido – me ordenó mientras se agachaba delante de mi

- ya, no me apure quieres, me cuesta moverme con esta cosa en el pie – me quejé, él se estaba tomando demasiadas libertades conmigo.

- dime en que piso vives y el número de tu departamento

- es en el cuarto piso, puerta doce – respondí mientras colocaba las llaves en mi bolsillo.

- sujétate bien.

Ahora sin que él dolor me distrajera, podía notar cosas. Me gustaba su olor, el calor de su piel y hasta podía sentir cuando la sangre palpitaba cerca de su cuello. Inconcientemente me recosté sobre su espalda y acomodé mi cabeza sobre el hueco entre su cabeza y hombro. Él ni siquiera se tenso con mi repentino acercamiento.

- ¿Changmin? – me llamó ¿preocupado tal vez? - ¿estas bien?

Me paralizó la forma en que pronunció mi nombre, casi susurrándolo con lentitud y ocupando un tono grave. Un momento. ¿cómo sabia mi nombre? Tal vez lo escuchó cuando me caí de alguno de mis amigos… pero ellos no lo mencionaron. ¿en el hospital? Puede ser.

- ¿se quedó dormido? – se preguntó a si mismo.

Tal vez lo estaba. Tenía sueño, pero sentía cada movimiento que él hacia mientras subía las escaleras. Noté como recorría mi pierna en busca de mis llaves. Lo hizo con lentitud, fue tan así que por un segundo se me paso por la cabeza que hacía otra cosa. Abrió la puerta y avanzó a paso lento. Sentí como me recostó en mi cama con cuidado, me cubrió con la sabana y luego ningún ruido más… creía que se había ido … hasta que se recostó junto a mi y me abrazó por la espalda.

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