Contare la historia como la recuerdo más estará exenta de
detalles. Creo que es una historia que debe ser recordada o al menos yo atesoro
este recuerdo junto con cada acontecimiento que me llevo a él.
Todo comenzó cuando tenía 17 años, un día como cualquier
otro, había atravesado la montaña en dirección a la zona donde crecían las
setas más deliciosas. Mino era un lugar demasiado apacible, demasiado apartado
de las salvajes batallas entre los clanes. Yo nunca había imaginado que los
hombres y las mujeres pudieran ser literalmente descuartizados en ocho pedazos,
ni que sus fuertes extremidades pudieran ser arrancados. Criado entre los
Ocultos, había adquirido la gentileza que los caracterizaba, e ignoraba que los
humanos pudieran cometer tales atrocidades.
Ese día sólo pensaba en lo contenta que se iba poder mi
madre y en cómo las setas apaciguarían el mal humor de mi padrastro. A medida
que corría entre el bambú y me acercaba a los arrozales, me pareció apreciar en
el aire cierto olor a quemado. Y ese era me indicaba que mi vida daría un giro
enorme, aunque en ese momento no dimensionaba cuanto.
La aldea entera estaba en llamas. El poblado entero estaba
desierto y yo no podía imaginar dónde estaría mi familia. Me dije que habrían escapado,
pero al acceder desde el callejón a la calle principal, me topé con dos hombres
que yacían sobre el suelo. Uno de ellos era mi padrastro. Desde ese momento, el
mundo no fue el mismo para mi.
Los asesinos había apilado pulcramente sus casacas junto a
una columna, y en ellas se distinguía con claridad el blasón de la triple hoja
de roble: eran hombres Tohan, procedentes de Inuyama, la capital del clan.
Recordé entonces a un viajero que había travesado la aldea a finales del
séptimos mes. Se hospedó en nuestra casa, y cuando mi madre inició las
oraciones para bendecir la comida, el hombre intentó callarla.
- ¿Acaso no sabéis que los Tohan odian a los Ocultos y
tienen la intención de atacarnos? El señor Lida a jurado borrarnos de la faz de
la tierra.
Al día siguiente, mis padres acudieron a informar a todos,
pero nadie les creyó. Vivíamos muy lejos de la capital, y las luchas entre los
clanes nunca nos habían afectado. Parecía imposible.
Sabia que de un momento a otro los Tohan se darían vuelta y,
al descubrirme, me descuartizarían, no mostraría pena ni compasión alguna.
Entonces le reconocí enseguida: era Lida Sadamu, el señor de los Tohan.
El caballo que montaba se encabritó y relinchó por el olor a
sangre. Lida permanecía inmóvil, como si fuese una estatua de hierro. Aquellos
ojos brillantes se encontraron con los míos. Al momento averigüé dos cosas
sobre él: primero, que no temía nada a nada humano o divino; segundo, que le
fascinaba matar por matar. Había reparado en mi, y yo no tenía escapatoria.
Entonces oí el silbido del sable, que descendía por el aire.
Me di cuenta de que los Tohan me rodeaban. Mi salvación parecía imposible; pero,
súbitamente, tuve una extraña sensación, como si me desdoblara en dos. Pude ver
como el sable de Lida caía cobre mi y, sin embargo, no llegó a tocarme.
Y la casería comenzó.
Yo no sabía nada en absoluto sobre las guerras entre clanes
ni de sus rígidos códigos de honor o sus contiendas. Había pasado toda mi vida
en los ocultos, a quienes les está prohibido matar y se les enseña a perdonar a
sus semejantes. Pero en ese instante la venganza me tomó como pupilo, reconocí
su presencia de inmediato e instantáneamente aprendí sus enseñanza.
Al hombre que tenía más cercano, le clavé los dientes en la
mano y huí en dirección al bosque.
Tres hombres salieron en mi persecución. Eran más robustos y rápidos que
yo, pero yo conocía bien el terreno y para entonces ya casi había oscurecido.
Pero yo sabía que uno de ellos me seguiría sin descanso hasta darme muerte.
El sendero se comenzó a curvar ligeramente ciñendo el tronco
de un gigantesco cedro, y mientras rodeaba yo el árbol, con las piernas pesadas
como el plomo y falto de respiración, una figura surgió entre las sombras y se
plantó frente a mi impidiéndome el paso.
Choqué contra él. El hombre emitió un gruñido, como se le
hubiera dejado sin aliento, pero me sujetó de inmediato. Me miró fijamente y
noté que sus ojos brillaban por la sorpresa, como si me hubiera reconocido, y
me asió aún con más fuerza. Ahora ya no sería posible escapar. Escuché cómo el
hombre Tohan se detenía y, a continuación, las fuertes pisadas de los otros
dos, que llegaban tras él.
Pero aquél hombre no permitió que se me acercaran.
Todo sucedió en un instante, pero a mí se me hizo eterno.
Aunque estaba muy oscuro y llovía, al cerrar los ojos puedo verlo con todo
detalle.
Los cuerpos decapitados cayeron pesadamente y un chorro de
sangre se esparció por el suelo, mientras las cabezas rodaban colina abajo. El tercer
hombre dejó caer el palo que empuñaba y empezó a retroceder pidiendo ayuda a
gritos.
El noble limpió el sable y lo introdujo en la vaina atada a
su cinturón.
- Sígueme- me ordenó – Soy Otori Shigeru, pertenezco al clan
de los Otori, de Hagi; pero en mis viajes no utilizo mi nombre, así que tu
tampoco puedes utilizarlo.
Para mi, la ciudad de Hagi se encontraba tan lejana como la
mismísima Luna y, aunque yo había oído nombrar a los Otori, no sabia nada de
ellos, excepto que habían sido derrotado por los Tohan en una cruenta batalla
10 años atrás.
El amanecer nos encontró, fríos y hambrientos, en la aldea
de Hinode, famosa por sus manantiales de agua caliente. Nos hospedamos en un humilde
hostal para descansar.
- no debes rezar – masculló el señor Otori, con la boca
repleta de arroz con encurtidos-, ni siquiera a solas. Si quieres sobrevivir,
tienes que olvidar esa etapa de tu vida. Se ha terminado para siempre – tragó y
tomó otro bocados-. Hay cosas mejores por las que morir.
Supongo que un creyente verdadero habría insistido en rezar
sus oraciones. Me vino a la memoria el modo en que sus ojos se mostraban
carentes de vida y sorprendidos al mismo tiempo, y deje de rezar. Había perdido
el apetito.
Llevaba todo el día sin emitir sonido alguno, temí que el
shock me hubiese quitado la voz, pero ya no veía razón importante para hablar.
- La muerte llega de repente; la existencia humana es breve
y frágil. No existe plegaria o encantamiento alguna que pueda cambiar su curso.
Los niños lloran la muerte, pero los hombres y las mujeres nunca lloran: se
sobreponen a ella – me había dicho en voz baja el señor Otori cuando intentamos
dormir. Su propia voz se había quebrado al pronunciar la última palabra.
Seguimos nuestro camino hasta la capital, hospedándonos en
pequeños hostales para no llamar la atención. En una ocasión nos encontré con
la señora Maruyama, una de las mujeres más hermosa que había visto, a pesar de
tener un semblante bastante débil.
- me han dicho que no hablas – dijo ella, con una voz tan
calmado y cristalina como el agua – a mi puedes hablarme – continuó.
Para ese entonces a pesar de no haber recuperado el habla
había agudizado increíblemente el sentido de la audición. Era una sensación
casi insoportable.
- fue Lida Sadamu, ¿no es cierto? – casi involuntariamente
la mire. Sonreía, pero su sonrisa no detonaba alegría – y tu perteneces a los Ocultos
– añadió
El señor Otoria había insistido en que no debía delatar mi
identidad, y hasta ese momento creía haber enterrado para siempre mi
personalidad anterior, junto con mi antiguo nombre.
Esa misma noche, en la posada reinaba el silencio, pues
todos dormían en sus aposentos. Al subir hacia la habitación escuché la voz del
señor Otori. Por un momento pensé que había regresado a la alcoba y me hablaba
a mi, pero una voz de mujer le respondió. Era la señora Maruyama.
Hablaban del amor que se profesaban, de sus escasos
encuentros y sus planes para el futuro. Muchas de las frases que se decían eran
cautas y breves, y por aquel entonces yo no entendía su significado. Me entere
de que la señor Maruya se dirigía a la capital para ver a su hija, y que temía
que Lida insistiese en casarse con ella, pues su esposa había caído enferma y
pronto moriría.
- no te casarás con nadie, salvo conmigo – susurró él
y ella respondió:
- es mi único deseo. Ya lo sabes.
Entonces, el señor Otori juró que nunca tomaría una esposa
ni yacería con ninguna otra mujer que no fuese ella, y también mencionó que
tenía un plan aunque no lo desveló. Escuché mi nombre mi nombre e imaginé que
de alguna forma yo iba a estar involucrado, y me enteré de la existencia de una
enemistad entre él y Lida.
- moriremos el mismo día – dijo él – no podría sobrevivir en
un mundo en el que tu no existieras
A continuación, los susurros dieron paso a otros sonidos:
los de la pasión entre un hombre y una mujer. Yo conocía el deseo, había
satisfecho el mío junto a los mozos de la aldea o con la muchachas del burdel,
pero lo ignoraba todo sobre el amor. Me jure a mi mismo que nunca contaría lo
que estaba oyendo. Me alegraba de carecer de voz.
No volví a ver a la dama. Al día siguiente, partimos
temprano, una hora después del amanecer. Al tercer día de camino llegamos a la
ciudad de Hagi, sede del castillo de los Otori. Estaba construido sobre una
isla bordeada por dos ríos y por el mar. Sobre el parapeto habían colocado una
enorme roca en la que parecía
esculpida una inscripción.
- ¿sabes leer, Yunho?
Negué con la cabeza
- Mala suerte. ¡tendrás que aprender! – soltó una carcajada
-. Y me parece que tu preceptor te va hacer la vida imposible. Echarás de menos
tu vida salvaje en las montañas.
A continuación, leyó en voz alta la inscripción:
“El clan Otori da la bienvenida a los justos y los leales.
Que los injustos y los desleales sean precavidos.”
Bajo la leyenda aparecía el blasón de la garza.
- Enterraron vivo al cantero debajo de la roca – comentó el
señor Otori, como sin darle importancia – para que no pudiera construir otro
puente que rivalizara con éste y custodiara su obra para siempre. Por las
noches puede oírse cómo su espíritu le habla al río.
No sólo por esa noche. Me aterraba pensar en el triste
fantasma prisionero de la hermosa obra que había creado, pero una vez llegamos
a la ciudad los sonidos de los vivos ahogaron los de los muertos.
El señor Otori cruzó el jardín a grandes zancadas en
dirección a la casa. Yo me quedé inmóvil unos instantes, dubitativo, sin saber
si debía seguirle o bien unirme a los lacayos; pero él me llamó, haciendo señas
para que acudiera a su encuentro.
Los criados de la casa esperaban en la baranda para dar la
bienvenida a su señor. Me sorprendió su reducido número.
- ¡se parece tanto a…! – susurró la mujer
- ¡qué extraño! – convino el hombre, negando con la cabeza.
El señor Otori sonreía mientras se quitaba las sandalias
para acceder a la casa.
- sólo es un ligero parecido.
- no, es mucho más que eso – dijo la anciana – es la viva
imagen…
- en todo caso, le he dado el nombre de Yunho.
- Yunho… - exclamó la mujer – pero ¿cuál es tu verdadero
nombre?
Al ver que yo no respondía y tan sólo me encogía de hombros
y sonreía, el criado contestó bruscamente:
- ¡es un tarado!
- no, puede hablar perfectamente – replicó el señor Otori,
con impaciencia -. Le he oído hablar, pero las cosas terribles que ha
presenciado le han dejado mudo. Cuando supere a impresión, hablará de nuevo.
- claro que si – dijo la anciana, mientras me miraba sonriente
-. Ven con Chiyo. Yo cuidaré de ti.
- tengo la intención de adoptarle – comentó el señor Otori
-. Mañana puedes iniciar los trámites, Ichiro.
Hubo un prolongado silencio. Ichiro se quedó estupefacto,
pero no más de lo que yo estaba.
-esto es muy inesperado – dijo, de mal talante - ¿lo habías
planeado antes de iniciar vuestro viaje?
- no, sucedió por casualidad. Ya sabéis lo que ha sufrido
tras la muerte de mi hermano y cómo he buscado consuelo en mis expediciones.
Encontré a este chico, y desde entonces mi sufrimiento ha sido haciéndose más
soportable.
- el destino os ha enviado. En cuento reparé en vos, noté
que habíais cambiado, que de alguna forma habíais curado vuestra herida, si
bien es cierto que nadie podrá reemplazar al señor t
Takeshi…
¡Takeshi! Ese era el nombre del hermano del señor Otori. Los
ocultos dicen que renacemos a través del agua: yo lo había hecho a través de la
espada.
- señor Shigeru, estáis cometiendo un grabe error ¿qué va a
pensar el clan? – dijo Ichiro sin rodeos
- mírale – dijo el señor Otori – seguro que unos de sus
antepasados no era plebeyo. En todo caso, lo rescaté de los Tohan.
- ¿qué hizo el muchacho para atraer la atención de Lida?
- solo esta en el lugar inadecuado en el momento inoportuno,
nada más.
- traerá la desgracia – insistió Ichiro
Sin embargo la conversación finalizo con un simple
movimiento de la mano del señor Otori. Después fui llevado por la criada a una
habitación donde me cortaron el cabello y me vistieron adecuadamente para lo
que sería mi nueva vida.
Una vez al terminar la comida y retiradas las bandejas, nos
sentamos, al caer la noche, junto a la ventana abierta.
- me gusta llegar a casa –dijo él, en voz baja -. Pero, al
igual que el río siempre está la puerta, así esta siempre el mundo de puertas
afuera. Y es ese mundo donde estamos obligados a vivir.
Paso un mes y yo seguía sin hablar. Tenía miedo de no serle
útil a señor Otori. No existía razón alguna por la que debiera mantenerme a su
lado, y nunca permitirían que me adoptase. De todas yo estuve durante todo ese
periodo con clases de historia, escritura, aristocracias, modales. Nunca
imagine que solo un clan fuera conformado por tantos nombres.
Solía recordar y añorar lo simple que era la vida en Mino,
mi antiguo hogar, pero luego me envolvían los recuerdos de la noche en que me encontré
con el señor Otori y trataba de olvidar para aceptar mi nueva vida bajo el
nombre de Yunho.
Un noche un débil sonido me despertó, apenas una pequeña vibración, entre la
ventana y el suelo del jardín.
Por un momento pensé que estaba temblando, lo que no es
infrecuente en el País Medio. Siguió un temblor diminuto y luego otro más.
Alguien estaba escalando por la lateral de la casa.
Mi primera reacción fue gritar, pero la astucia se interpuso:
el grito despertaría a los habitantes de la casa, pero también alertaría al mismísimo
intruso. Me levanté del colchón y me deslice silenciosamente hasta el señor
Shigeru. Mis pies conocían bien el suelo e identificaban cada uno de los
lugares en los que podía crujir.
Me arrodillé frente a él y como si nunca hubiera perdido la capacidad de
hablar, le susurré al oído.
- señor Otori, hay alguien afuera.
Se despertó de inmediato, me miró fijamente por una instante
y agarró el sable y el cuchillo que tenía a su lado. Yo señalé la ventana con
un gesto.
El señor Shigeru y yo le esperábamos con similar paciencia,
como si los tres fuéramos muchachos jugando en un granero. Sin embargo, el
final no fue el propio de un juego.
- ¿quién puede haberse atrevido a esto? – preguntó Ichiro -.
En vuestra propia casa, en pleno centro de Hagi… ¡es un ultraje para todo el
clan!
- al menos que el clan diera la orden – respondió con calma
el señor Shigeru.
- lo más probable es que haya sido Lida – terció Ichiro
- es un asesino a sueldo – afirmó el señor Otori – procede
de la tribu. Cualquiera puede haberle contratado.
- ¡seguro que ha sido Lida!
- de no haber sido por el chico, el asesino se habría salido
con la suya – replicó el señor -. Él fue quién me despertó a tiempo… ¡el
muchacho me habló! – exclamó, al darse cuenta de lo que ello implicaba-. Me
habló al oído y me despertó.
Ichiro no parecía muy impresionado:
- ¿se os ha ocurrido que tal vez el objetivo era él y no
vos?
- señor Otori – tercié yo, con voz espesa y ronca tras
varias semanas de silencio -, sólo os he traído peligros. Dejadme ir, echadme
de vuestro lado.
Pero mientras hablaba, sabía que él no lo haría. Ahora yo
había salvado su vida, como él había salvado la mía, y el vínculo que nos unía
era más fuerte que nunca.
El ataque no pareció alarmarle o deprimirle en modo alguno.
Se mostraba eufórico, como después del encuentro con la señora Maruyama.
También estaba encantado porque yo hubiera recuperado el habla y por la agudeza
de mi oído.
Después de ese incidente comencé mis clases con el señor
Shigeru. Yo tenía la fuerza y la agilidad necesarias, probablemente en mayor
medida de lo que correspondería a mi altura, pero había perdido esos años de
infancia en los que los hijos de los guerreros practicaban sin cesar el manejo
del sable y del arco, así como la equitación. Yo sabía que nunca podría estar a
su altura.
Me entregaron un caballo gris
perla llamado Raku, con crines y cola de color negro. Nos llevábamos bien.
Un día me pareció escuchar algo
diferente, al que me hizo parar en seco y mirar dos veces a la esquina del muro
que había justo antes de nuestra cancela. Me dio la impresión de que no había
nadie, pero casi en el mismo instante vi que no era así.
Yo estaba a pocos metros de él, al
otro lado de la calle, y me percaté de que me había visto.
No podía situarle en ninguna de
las castas, pero un sexto sentido me decía que era muy peligroso. Y al mismo
tiempo, había algo en él que me fascinaba.
- haces bien en no confiar en mi –
exclamó. Su voz ocultaba cierto tono de burla.
Crucé el patio a toda velocidad.
Este no estaba en el jardín, y yo empezaba a dudar si había visto otro
espejismo, cuando oí voces procedentes de la sala superior. El señor Otori me
llamó. No parecía estar en peligro, más bien daba la sensación de que se estaba
riendo.
- te presento a mi viejo amigo
Muto Kenji
- señor Muto – dije yo, educada
pero fríamente, decidido a no mostrar mis sentimientos.
- no soy un señor, aunque varios
de mis amigos lo son – se inclinó hacia mi -. Enséñame tus manos.
Tomó mis manos, una después de la
otra, y las examinó detenidamente.
- la noticia de la perdida de tu
hermano me entristeció – añadió
Los dos miraron a través de las
ventanas abiertas.
- ¿por qué este muchacho, que se
paree a tu hermanos pero proviene a todas luces de la Tribu, se aloja en tu
casa, Shigeru?
- ¿por qué has recorrido tú un
camino tan largo para hacerme esa pregunta? – replicó el señor Shigeru, con una
ligera sonrisa.
- no me importa explicarlo. Uno de
los asesinos más peligrosos de los Tres Países ha muerto.
Finalmente, me formuló una
pregunta directa:
- dime, Yunho, cuando era niño,
¿les quitabas las conchas a los caracoles vivos, o arrancabas las patas de los
cangrejos?
- no
- ¿por qué no?
- mi madre me decía que era una
crueldad
- ya lo suponía… el chico fue
criado entre los Ocultos.
- ¿tan obvio es?
- sólo para mi – Kenji permanecía
sentado, con las piernas cruzadas y un brazo apoyado sobre la rodilla -. Creo
que sé quién es.
El señor Otori suspiró. Su
semblante se mantenía inmóvil y alerta.
- más te vale que nos lo cuentes.
- tiene todos los rasgos de un
Kikuta: los dedos largos, la línea recta en la palma de la mano, la agudeza de
oído… Ésta llega de repente, más o menos en la pubertad, a veces acompañada por
la pérdida del habla, que en ocasiones es temporal y otras veces permanente.
-¡os lo estáis inventando! – dije
yo, incapaz de mantenerme en silencio por más tiempo.
Lo cierto es que me asaltaba una
horrible sensación.
Yo no sabía nada acerca de la
Tribu, excepto que el asesino era uno de ellos; pero presentía que Muto Kenji
esta abriendo ante mí un puerta oscura que yo temía traspasar.
El señor Shigeru me hizo callar
con un movimiento de cabeza:
- déjale hablar. Es de la máxima
importancia.
Kenji se inclinó hacia delante, y
me dijo:
- Voy a hablarte acerca de tu
padre.
- empieza por la Tribu. Yunho
ignora lo que significa ser un Kikuta.
- ¿eso es cierto? – preguntó,
asombrado – bueno, supongo que no es de extrañar, ya que ha sido criado por los
Ocultos. Las cinco familias de la Tribu siempre han existido. Ya existían desde
antes de la llegada de los señores y de los clanes. Cuando surgió el sistema de
clanes y los hombres forjaron alianzar basadas en el poder, la Tribu no se unió
a ninguno de ellos. Con objeto de
conservar sus dones excepcionales. En esta época estamos involucrados en los
negocios, pero de vez en cuando realizamos algún servicio para los clanes y
tomamos su blasón.
- estabais en dos sitios a la vez –
dije yo-. Los guardias os vieron fuera mientras que yo os vi en el jardín
Kenji me hizo un irónica
reverencia.
- tenemos la capacidad de
desdoblarnos y dejar atrás una de nuestras personas. Podemos hacer invisibles y
movernos a más velocidad de la vista humana. La agudeza de oído se cuenta
también en nuestras características. Son habilidades que otros, en este país de
guerras, encuentran útiles por lo que pagan elevadas sumas por ellas.
Yo hacia esfuerzos por no temblar.
Notaba cómo la sangre se helaba en mis venas.
- Kikuta Isamu, quien creo que era
tu padre, no era una excepción. Sus padres era primos y él había heredado la
potente combinación de donde de los Kikuta. Para cuando cumplió los 30 años, ya
era un asesino inigualable. Al parecer, le hablaron del dios secreto, de la
prohibición de matar… ya lo sabes, no tengo que explicártelo. En esas montañas
remotas, alejadas de las luchas entre clanes, Isamu había meditado sobre su
existencia. El caso es que renunció a su vida con la Tribu y se convirtió en
uno de los Ocultos.
- ¿fue ejecutado? – la voz del
señor Shigeru resonó en el sombrío ambiente.
- bueno, lo cierto es que
quebrantó las reglas fundamentales de la Tribu. No aceptamos que se nos rechace
de esa manera, en especial si se trata de alguien con tanto talento, pues esas
habilidades son sumamente difíciles de encontrar hoy en día. A decir verdad,
ignoro lo que sucedió exactamente. Ni siquiera sabía que tenía un hijo. Yunho,
o como quiera que sea su verdadero nombre, debió nacer después de la muerte de
su padre.
- ¿quién lo mató? – pregunté, con
la boca seca.
- quién sabe… Eran muchos los que
deseaban hacerlo, y alguno de ellos lo logró. Por descontado, nadie podría
haber llegado a él si tu padre no hubiese jurado que nunca volvería a matar.
El señor Shigeru no respondió,
pero a medida que se inclinaba en dirección a la luz, yo pude ver que sonreía
alegre y abiertamente. Reflexionaba yo sobre el contraste entre los dos
hombres: el señor tan franco y leal; Kenji tan retorcido y engañoso.
“ahora que sabe que soy hijo de un
asesino, ya no me quiere en su casa” Este fue el primer pensamiento que me
asaltó.
Miré mis manos, los largos dedos.
¿cuál era su función? ¿tal vez la de matar?
- ahora que se con exactitud los
peligros que acechan a Yunho, puedo disponerme a protegerle y a enseñarle a que
se proteja – entonces, Kenji hizo algo que me dejó perplejo: se inclinó delante
de mi hasta tocar el suelo con la frente, y dijo-: mientras yo esté vivo,
estarás a salvo.
Yo creí que estaba haciendo gala
de si ironía, pero una mascara invisible le desapareció de la cara y por unos
instantes pude ver al hombre verdadero que se encontraba debajo.
- ¡pero tendrás que hacer los que
yo te diga!- me advirtió sonriendo – siempre que el señor Otori tenga a bien
otorgar su permiso, claro está.
- por lo visto no tengo elección –
dijo el señor Shigeru, que sonreía abiertamente.
Permanecí despierto durante mucho
tiempo, escuchando los sonidos de la noche. Las revelaciones de aquella tarde
marchaban lentamente sobre mi mente, se dispersaban, volvían a la formación y
marchaban de nuevo. Mi vida ya no me pertenecía.
Kenj me inició en las artes de la
Tribu, pero Ichiro todavía me aleccionaba según la tradición del clan. La casta
de los guerreros era la antítesis de la Tribu. Tuve que aprender historia y
etiqueta, cortesía y gramática. Estudié los archivos de los Otori hasta que mi
cabeza estaballa con tanto nombre y estirpes.
Los días se hicieron más cortos y
las noches más frías. Las primeras heladas cubrieron el jardín de escarcha.
Ahora la casa tenía un canto diferente: amortiguado, suave y somnoliento.
Algo había desatado en mi un ansia
desenfrenada por aprender. Kenji opinaba que era el carácter de la Tribu, que
despertaba tras años de abandono. Mi curiosidad abarcaba todas las materias,
desde los caracteres más complicados de la caligrafía hasta las exigencias de
la esgrima. Estas últimas las aprendí con entusiasmo, pero mi respuesta antes
las lecciones de Kenji era diferente, pues no las encontraba difíciles, sino
que las aprendía con suma con suma rapidez. Sin embargo, había algo en sus
enseñanzas que me repelía. Dentro de mí existía algo que se resistía a
convertirse en lo que Muto Kenji deseaba.
Kenji estudiaba este rasgo de mi
personalidad porque le preocupaba. El señor Shigeru y él conversaban con
frecuencia sobre las formas de endurecer mi carácter.
- cuenta con todas las
capacidades, excepto con ésa- dijo Kenji, frustrado, una tarde – y esa carencia
hace que todas sus habilidades sean un peligro para él.
- nunca se sabe- replicó Shigeru –
cuando llega el momento es sorprenden cómo la espada salta de uno como si
tuviera vida propia.
- tú naciste así, Shigeru, y tus
años de entrenamiento reforzaron tu forma de ser. Creo que Yunho dudará cuando
llegue ese momento.
El vino me dio fuerzas para
preguntar:
- ¿señor Otori, habéis matado a
muchos hombres?
- no llevo la cuenta – respondió
él-: pero con la excepción de la pasada guerra, no creo que hayan sido muchos.
Jamás he matado a un hombre desarmado y nunca he asesinado por placer, lo que
ha humillado a más de un guerrero. Más vale que sigas siendo como eres a que
actúes como ellos.
Yo deseaba preguntar:
“¿utilizaríais los servicios de un asesino para llevar a cabo una venganza?”,
pero no me atreví. Cierto que la crueldad me desagradaba y me disgustaba la
idea de matar, pero con el correr de los días fui aprendiendo más sobre el
deseo de venganza de Shigeru. Parecía fluir poco a poco de su persona a la mía,
y alimentaba mi propio deseo.
“yo podría matar ”, pensé. “podría
matar a Lida. Si, le mataré. Aprenderé como hacerlo.”
Unos días más tarde, sorprendí a
Kenji y también a mi mismo. Su capacidad de estar en dos lugares a la vez ya no
me engañaba. En ese ocasión escuché su aliento, me planté de un salto junto a
él, le agarré por el pescuezo y le derribé en un abrir y cerrar de ojos.
Sorprendentemente, mis manos se plantaron por decisión propia en la arteria de
su cuello, donde la presión trae consigo la muerte. Le mantuve en esa posición
durante unos instantes, pero después le liberé y ambos nos miramos fijamente.
- ¡vaya! – exclamó -. ¡eso está
mejor!
Contemplé mis manos, con largos
dedos y vida propia, como si fueran las de u extraño. Había descubierto que
podían hacer cosas desconocidas para mí. Cuando practicaba la caligrafía con
Ichiro, mi mano derecha daba de repente unos cuantos toques de pincel y
aparecía uno de los pájaros de mis montañas, dispuesto a alzar el vuelo desde el
papel, o el rostro de alguien quien yo creía haber olvidado. Los dibujos
complacían a Ichiro, y él se los mostraba al señor Shigeru.
Me había convertido en Yunho, un
artista silencioso, de aspecto gentil y algo pedante: un disfraz que ocultaba
los ojos y oídos que todo captaban, y el corazón que aprendía las lecciones de
la venganza.
Yo ignoraba si este Yunho era real
o si se trataba de una creación ideada para servir a los propósitos de la Tribu
y de los Otori.
Días después nos enteramos que los
Otori habían comenzado a poner trabas en mi proceso de adopción por lo que nos
encontramos con ellos en la casa principal del clan.
Un escalofrío de miedo me recorrió
el cuerpo, pero también sentí desprecio por ellos. Les había hablado de la
agudeza de mi oído y no cayeron en la cuenta de que también podía oírles a
ellos en su propia casa.
Los dos señores estaban sentados
uno junto al otro, en sillas bajas.
El señor Shigeru hizo una
reverencia hasta tocar el suelo y yo hice lo propio, no sin antes mirar
fugazmente a los dos hermanos, contra los que sentía un resentimiento sin
limites.
Las palabras tenía un tono amable,
pero yo sabía que era pura hipocresía.
- os doy las gracias por vuestra
preocupación – replicó Shigeru-, pero debéis permitirme que os corrija en una
cosa: mi hermano no falleció. Fue asesinado.
Lo dijo sin mostrar ninguna
emoción, como si tan sólo quisiera aclarar un hecho.
- tengo entendido que el joven
bajo tu custodia tiene un oído muy fino – rompió el silencio Masahiro
- nada fuera de lo corriente –
dijo Shigeru -. Todos oímos bien en nuestra juventud.
- ¿quién hay en el jardín?
Yo fruncí el ceño, como si la idea
no se me hubiese ocurrido.
- dos niños y un perro – me
arriesgué a decir - ¿tal vez un jardinero junto a la muralla?
- ¿cuántas personas calculas que
viven en esta casa?
Me encogí de hombros ligeramente,
aunque después consideré que el gesto era inadecuado y lo convertí en una
reverencia.
- ¿más de 45? Perdonadme, señor
Otori, no dispongo de gran talento.
- ¿cuántas son hermano?
- creo que 53
- impresionante – dijo el hermano
mayor, aunque percibí su suspiro de alivio.
Me incliné otra vez hasta el suelo
y permanecí en esa posición, en la que me encontraba más seguro.
- Shigeru, hemos retrasado el
asunto de la adopción durante tanto tiempo a causa de nuestra incertidumbre
sobre tu estado mental. Parece que el sufrimiento te ha hecho muy inestable.
- no existe incertidumbre en mi
mente – replicó Shigeru-. Tengo un
compromiso con este muchacho y él lo tiene conmigo. Ambos debemos cumplirlo.
Solicito que esta situación se legalice y que el muchacho pase a formar parte
del clan de los Otori.
- ¿qué opina el chico?
- habla – me apremió el señor
Shigeru
Yo me incorporé, esforzándome por
superar la profunda emoción que me embargaba.
- debo mi vida al señor Otori. Él
no me debe nada. El honor que me otorga es demasiado elevado para mi; pero si
es su voluntad y la de sus señorías, lo aceptaré con todo mi corazón y serviré
fielmente al clan de los Otori durante toda mi vida.
- entonces, que así sea –dijo el
señor Shoichi
- mis tíos son muy gentiles y
bondadosos- dijo Shigeru- os doy las gracias.
- hay otro asunto, Shigeru, para
el que necesitamos tu colaboración.
Yo me había lanzado al suelo de nuevo. Mi corazón palpitaba con
fuerza. Quería advertirle de alguna manera, pero me era imposible hablar.
Shigeru sujetaba en una mano la
taza de té y admiraba su belleza. La colocó con sumo cuidado sobre la estera y
siguió sin mover un músculo.
- es nuestro deseo que el joven
Shirakawa se convierta en tu pareja – dijo el señor Masahiro
- perdóname, tío mío, pero no
deseo casarme otra vez. El matrimonio no entra en mis planes.
- por fortuna cuentas con
parientes que hacen planes para ti.
El señor Shigeru hizo una
reverencia. En la sala reinó de nuevo un prolongado silencio.
- ¡ah! Los documentos de adopción
– dijo el señor Shoichi, con afabilidad -. Acercadlos aquí.
- la ceremonia se celebrará en el
noveno mes – dijo Masahiro -. Cuando haya concluido el festival de los muertos.
El señor Lida desea que tenga lugar en Inuyama. Los Noguchi van a enviar al
joven a Tsuwano. Allí lo conocerás
y después le acompañaras hasta la capital.
- ¿procedemos a estampar los
documentos, Shigeru? – preguntó Masahiro, con infinita cortesía.
- os lo ruego – dijo-. Acepto el
matrimonia, y me alegro de satisfacer vuestros deseos.
De modo que los documentos fueron
sellados, y yo me convertí en miembro del clan de los Otori y en hijo adoptivo
del señor Shigeru. Pero cuando los sellos del clan estamparon los documentos,
ambos sabíamos que también quedaba sellado el destino de mi señor.
El señor Shigeru merecía más que
nunca mi amor y lealtad. La traición de sus tios hacia él me había indignado y
me aterrorizaba la conspiración que había urdido en su contra.
Ya era pasada la medianoche y yo
me resistía a empañar el ambiente de alegría con malas noticias.
- antes tienes que contarnos lo
que viste y oíste en la residencia de los Otori.
- esperemos hasta mañana – dije yo
- ¿debatían sobre el matrimonio?
-¿quién va a casarse? – preguntó
Kenji
- parecer ser que he aceptado un
contrato por el que me comprometo a casarme para sellar una alianza con los
Tohan – respondió Shigeru – el joven en cuestión es un pupilo del señor
Noguchi. Se llama Shirakawa.
Kenji elevó las cejas, pero
permaneció en silencio.
- el matrimonio es una trampa.
Quieren enviar al señor Otori lejos de Hagi, donde su popularidad y la oposición a la alianza con los
Tohan pueden dividir a los miembros del clan. Alguien llamado Arai está
desafiando a Lida en el oeste. Si los Otori se uniesen a él, Lida podría verse
vencido.
- estoy en contacto con Arai.
- dicen que el joven Shirakawa
lleva a los hombres a la muerte. Vuestros tíos están planeando asesinarme.
- ¿así que tienes la intención de
casarte con Shirakawa Changmin?
- ¿lo conoces, Kenji?
- he oído hablar de él… ¿y quién
no? Acaba de cumplir lo 15 años, y según dicen, es muy hermoso. Como una mujer,
quizás más aún.
- En ese caso, siento no poder
casarme con él – dijo Shigeru con voz ligera, casi bromeando. - pero no nos vendrá mal que piensen que
si voy a hacerlo, al menos por el momento.
- ¿qué te impide casarte de nuevo?
– preguntó Kenji
- he guardado el secreto durante
tanto tiempo que no sé si seré capaza de desvelarlo ahora – replicó Shigeru –
Yunho puede decírtelo, si es que lo sabe.
Kenji se volvió hacia mi. Yo
tragué saliva y susurre:
- ¿la señora Maruyama?
Shigeru sonrió.
- ¿desde cuando lo sabes?
- la noche que nos encontramos con
la dama en la posada de Chigawa.
Por primera vez desde que le
conocí, Kenji se mostró abrumado.
- ¿la mujer que apasiona a Lida,
con la que quiere casarse? ¿desde cuando?
- no vas a creerme – respondió
Shigeru
- ¿un año? ¿tal vez dos?
- desde que tenía 20 años
- ¡10 años! He aquí otra razón más
para que odies a Lida – movió la cabeza asombrado.
- es más que amor – dijo Shigeru,
bajando la voz – también somos aliados. Ella y Arai, juntos, controlan a los
Seishuu y el suroeste. Si los Otori nos unimos a ellos, podremos derrotar a
Lida.
- estos son asuntos que no
conciernen a la Tribu – dijo finalmente Kenji
- He sido franco. Confío en que mi
secreto no salga de aquí.
- nunca te traicionaría, Shigeru,
pero hay ocasiones como tú mismo has dicho, en las que nos encontramos con
lealtades divididas. Sabes muy bien que soy miembro de la Tribu. Yunho es un
Kikuta. Antes o después, los Kikutas le reclamarán, y yo no podré hacer nada
para evitarlo.
- Yunho tendrá que tomar su propia
decisión cuando llegue el momento – dijo Shigeru.
- he jurado fidelidad al clan de
los Otori – dije yo – nunca os abandonaré, y haré cualquier cosa que me pidáis.
Yo ya me imaginaba en Inuyama,
donde el señor Lida Sadamu acechaba detrás de su suelo de ruiseñor.
esta muy interesante!!! aunq me perdi un poco en la historia x lo tantos nombres etc pero me emocione cuando nombraron a Shirakawa Changmin!!
ResponderEliminarya quiero que se encuentre con yunho!!!!
actua pronto plz!!!