Entonces, recordaba a Changmin y
me invadía una sensación de desamparo que al rato se tornaba en resignación.
Nunca volvería a verlo; debía olvidarlo. Eso era lo que yo pensaba.
Me otorgaron el nombre de Minoru,
pero casi nadie lo utilizaba. Cuando estábamos a solas, Yuki me llamaba Yunho,
y lo pronunciaba de tal forma que parecía proporcionarle placer. Akio sólo se
dirigía a mi con un “tú”, y siempre con modales para aquellos de inferior
categoría. Estaba en su derecho. Él era superior a mí en edad, preparación y
sabiduría, y yo había recibido la orden de someterme a su voluntad. De todas
formas, me costaba hacerlo, porque hasta entonces no había reparado en lo mismo
que me había acostumbrado a ser tratado con respecto por mi condición de
guerrero Otori y heredero de Shigeru.
Los miembros de la Tribu fingían
ser acróbatas callejeros para movilizarse por todas las regiones sin levantar
mayores sospechas. Parábamos en numerosos pueblos donde enseñábamos a los niños
como ejecutar malabares, girar peonzas o realizar los trucos con cuerdas que
Yuki y Keiko dominaban.
Nunca antes habría imaginado que
los músculos de las manos pudieran llegar a resentirse en tal medida. Empezamos
ejercitando los dedos, con el fin de hacerlos hábiles y flexibles. Incluso con
una mano herida, Akio era mucho más rápido y experto que yo. Nos sentábamos
frente a frente y, una y otra vez, me golpeaba las manos antes de que yo
pudiera retirarlas. Debía acostumbrarme a su estilo de vida.
Durante ese tiempo Yuki y yo nos
volvimos más cercanos. Yo encontraba a Yuki muy hermosa, y sabía que ella se sentía
fuertemente atraída hacia mí. Pero mis sentimientos por ella eran muy distintos
de la pasión que había sentido por Changmin.
Una noche, Yuki se arrodilló a mi
lado, y yo alargué el brazo para atraerla hacia mí. Ya se había desabrochado el
fajín y llevaba la túnica abierta. Recuerdo que sentí una profunda gratitud
hacia ella. Me desató las ropas y actuó con tal destreza que yo actué con
demasiada prisa. Ella me regañó por mi impaciencia y prometió enseñarme a
lograr controlarla. Y lo hizo.
Yo no paraba de pensar en Yuki, y
mi estado de ánimo oscilaba entre el júbilo y la desesperación; júbilo, porque
hacer el amor con ella era una experiencia maravillosa; desesperación, porque
Yuki no era Changmin, y porque nuestra relación me vinculaba con la Tribu en
mayor medida.
Por las noches, yo solía
permanecer despierto hasta tarde, y me dedicaba a escuchar las conversaciones
mantenidas entre murmullos, al tiempo que hasta mi nariz llegaban los olores de
la destilería o de los productos elaborados con soja. Soñaba con Changmin y le
añoraba con todas mis fuerzas, y a veces, cuando estaba a solas, sacaba la
carta de Shigeru y leía sus últimas palabras.
Mi entrenamiento había sido
diseñado para fomentar la crueldad, y yo lo acepté de buena gana; me alegraba
por nuevas habilidades que me ofrecía y me entusiasmaba al ver cómo se
perfeccionaban las destrezas que había aprendido junto a los hijos de los
guerreros Otori. La sangre Kikuta de mi padre cobró vida en mi interior,
mientras que la compasión que mi madre me había inculcado se fue desvaneciendo
junto a la doctrina asimilada en mi niñez. Ya no rezaba al dios secreto ni al
iluminado; los antiguos espíritus no significaban nada para mi. No creía en sus
existencia y no tenía evidencia alguna de que los creyentes se vieran
favorecidos. Algunas noches me despertaba de repente y me estremecía al
contemplar en qué me había convertido; entonces, me levantaba en silencio, y
siempre que me era posible, iba a buscar a Yunki, yacía con ella y me olvidaba
de todo.
Como siempre que meditaba sobre el
pasado, mi corazón se ablandaban; Changmin llegó hasta mí y se adueñó por completo de mi persona. Sentía
su presencia, olía la fragancia de su cabello, escuchaba su voz… lo percibía
con tanta intensidad que por momentos tenía miedo. Sus palabras resonaban en
mis oídos: “Temo lo que pueda suceder. Sólo me encuentro a salvo a tu lado.”
Con sus piernas y brazos
entrelazados entre los míos e irradiando calor, Yuki me dijo:
- ha llegado un mensaje de tu
prima.
- ¿qué prima? – para entonces yo
tenía una multitud de familiares.
- Muto Shizuka.
Empujé a Yuki hacia un lado,
apartándola de mí para que no pudiera escuchar los rápidos latitos de mi
corazón.
- ¿qué dice el mensaje?
- el señor Shirakawa se está
muriendo. Shizuka teme que su fin está muy cerca – respondió ella, antes de
añadir - : pobrecito…
Yuki se mostraba resplandeciente,
rebosante de vida; pero yo sólo podía pensar en Changmin, en su fragilidad, su ímpetu,
su belleza sobrenatural… le llamé en silencio desde el fondo de mi alma: “No
puedes morir. Tengo que verte una vez más. Iré a buscarte. ¡No mueras antes de
que volvamos a encontrarnos!”
El fantasma de mi amado clavó la
mirada en mi, con los ojos oscurecidos por el reproche y sufrimiento.
Yuki se dio la vuelta y me miró a
los ojos, sorprendida por mi silencio.
- Shikuza pensó que debías
saberlo. ¿Acaso había algo entre Changmin y tú? Mi padre me lo dio a entender,
pero según él sólo se trataba de un amor pasajero entre adolescentes… también
me dijo que todo hombre que lo conoce se siente atraído por él.
Yo no respondí. Yuki se incorporó
y se tapó con la túnica.
- fue más que eso, ¿no es así? Lo
amabas. – tomó mis manos y me obligó a mirarla, - tu lo amabas – repitió, y en
su tono de voz se adivinaban los celos. - ¿se ha terminado?
- nunca se terminará – repliqué –
incluso aunque muera, nunca podré dejar de amarlo – en aquel momento, cuando ya
era demasiado tarde para declarar mi amor a Changmin, adiviné la verdad de mis
sentimientos.
- esa etapa de tu vida ha
concluido – sentenció Yuki con tono tranquilo pero fiero - ¡totalmente!
¡olvídalo! Nunca volverás a verlo. – concluyó, con la voz quebrada por la rabia
y frustración.
- nunca te habría hablado de mi
amor por él si tú no me lo hubieras preguntado. – apreté las manos y me vestí –
trae más carbón – le pedí – y linternas.
- Yunho… - comenzó a decir ella,
pero al momento guardó silencio. – enviaré a la criada – añadió, mientras se
levantaba.
No di muestras alguna de mi
congoja, pero en mi fuera interno lloré por Changmin y por la vida que podíamos
haber compartido. No tuvimos más noticias de Shizuka, aunque yo siempre me mantenía a la escucha de los mensajeros
que llevaban a la casa. Yuki no volvió a mencionar el asunto. Yo confiaba en
que Changmin no hubiera muerto, y durante el día me aferraba a esta esperanza,
pero las noches eran diferentes.
Nos trasladamos hasta los
alrededores de la tierras de los Otori; no logré controlarme y fui en busca de
mi antiguo preceptor, pero la Tribu se enteró y no tardaron en encararme, casi
matándome en el intento. Para esas alturas toda mi vida había cambiado: Yuki
quedó embarazada de un hijo al que probablemente nunca conocería y que sería
criado por la Tribu, a pesar de que ella me amaba, los Kukuta la habían
utilizado para mantener mis habilidades dentro de la Tribu. Así que aproveche
ese altercado para escapar y me dirigí hacia el templo de Terayama a refugiarme
con los monjes, estando conciente de que si lo hacía ellos me buscarían hasta
asesinarme por haber roto nuestro acuerdo.
No habría sobrevivido al viaje si
no hubiese sido por Jo-An, un paria, hermano de uno de los Ocultos que fue
colgado por los Tohan a los que yo liberé de su sufrimiento una noche, y la
razón por la que era conocido como el “Ángel de Yamagata”, claro que pocos
conocían mi verdadera identidad. Si no fuese por él y su inmensa gratitud hacia
mi acto habría muerto en un par de días.
Antes de llegar a Terayama me
encontré con Makoto, uno de los monjes del templo y un amigo cercano, en una de
las cabañas cercanas completamente sólo, tal vez Makoto no deseaba seguir
viviendo en ese entonces. Bebí un poco de sopa. Estaba caliente y salada, pero
carecía de sustancia. Por lo visto era el único alimento del que Makoto
disponía. ¿Qué había sido de aquél enérgico joven que conocí en Terayama? ¿Qué
le había conducido a aquél estado de conformismo, casi de desesperación?
- mi amigo vive en la residencia
del señor Fujiwara.
Negué con la cabeza, pues nunca
había oído hablar de él.
- es un noble que fue exiliado de
la capital; sus tierras lindan con las de los Shirakawa.
Con sólo escuchar el nombre de la
familia de Changmin, sentí como si me golpearan en el estómago.
- ¿viste al señor Shirakawa?
Makoto asintió con un gesto.
- me dijeron que estaba muriendo.
Mi corazón me golpeaba en el pecho
con tal fuerza que pensé que se me iba a salir por la garganta.
- estaba muy enfermo, pero se
recuperó. El médico del señor Fijiwara le salvó la vida.
- entonces, ¿está vivo? – me dio
la impresión de que la tenue llama de la lámpara cobró brillo y la cabaña se
inundó de luz- ¿está vivo Changmin?
Makoto me examinó la cara, y su
propio rostro mostró una profunda tristeza.
- si, y me alegro enormemente,
porque si hubiera llegado a morir yo habría sido el culpable.
Fruncí las cejas, intentando
descifrar sus palabras.
- ¿qué ocurrió?
- todos en la residencia de
Fujiwara conocían a Changmin como el señor Otori; creían que Shigeru se había
casado con él en secreto en Terayama cuando él accedió a visitar la tumba de su
hermano, el día en que nos conocimos. Cuando me presentaron me quedé atónito;
de por hecho que era contigo con quién se había casado, y que tu mismo te
encontraba allí junto a él. Sin apenas darme cuenta, saqué tu nombre a reducir.
En ese momento fui conciente de hasta qué punto seguía fascinado por ti, a
pesar de que me había engañado a mi mismo pensando que me estaba recuperando de
obsesión. Además, en aquel momentos dejé al descubierto la artimaña de Changmin
en presencia de su padre.
- pero ¿por qué motivo simuló ese
matrimonio?
- honor – respondió con simpleza –
seguramente su doncella se lo sugirió.
No pude articular palabra.
Makoto continuó:
- Su padre me interrogó sobre el
matrimonio de su hijo. Poco después, se clavó un cuchillo en el estómago
delante de él; lo más probable es que se enfermera debido a la conmoción.
La sensación de haberle
traicionado se me acrecentaba.
- Ichiro me dijo que debo ejercer
mi venganza contra sus tíos y reclamar mi herencia, y ésa es mi intención; pero
no tengo ni idea de cómo lograr mi propósito. Debo casarme con el señor
Shirakawa; ésa era también la voluntad de Shigeru.
- el señor Fujiwara desea contraer
matrimonio con él – exclamó Makoto con cautela.
Yo no quise prestar atención. No
podía creer que Changmin fuera a casarse con alguien que no fuera yo. Conocía
los rumores que corrían sobre él: se decía que todo hombre o mujer que lo
deseara, moriría. Yo había yacido con él… y seguía vivo.
Makoto prosiguió:
- Fujiwara prefiere los hombres a
las mujeres. Por otra parte, no debe ser indiferente a la herencia de Changmin.
Lamentablemente, Shirakawa se encuentra en un estado deplorable, pero siempre
queda Maruyama. Fujiwara es coleccionista y Changmin pasará a ser una de sus
posesiones. Sus piezas nunca ven la luz del día; únicamente son mostradas a un
reducido grupo de amistades privilegiadas.
- ¡eso no puede sucederle a
Changmin!
- ¿qué otra alternativa tiene?
Puede considerarse afortunado, pues el matrimonio le salvaría de la deshonra.
Haber sobrevivido a la muerte de tantos hombres relacionados con él ya es de
por sí humillante; pero también tiene algo sobrenatural. Dicen que ordenó matar
a dos de los lacayos de su padre que se negaron a servirle y, por lo visto,
está organizando un ejercito para reclamar Maruyama en primavera.
- tal vez el mismo sea su mejor
protección – dije yo.
- ¡imposible! – replicó Makoto con
desprecio.
Mi corazón se hinchó de admiración
hacia Changmin. Sería un aliado magnifico. Si nos casáramos, poseeríamos la
mitad del territorio Seishuu. Maruyama me ofrecería todos los recursos que yo
necesitaba para enfrentarme a los señores Otori. Una vez hubiera terminado con
ellos, sólo el corazón del territorio que antes era de los Tohan y ahora pertenecía a Arai impediría que
nuestras tierras se extendiesen de costa a costa.Debido a la llegada de la
nieve, cualquier plan tendría que esperar hasta la primavera.
Con Makoto nos pusimos en marcha
hacia Terayama lo más pronto que fue posible. Fuimos atacados por un miembro de
la Tribu y un campesino en el trayecto lo que confirmó mi suposición, los
Kikuta me buscaban.
Cuando llegamos al templo el abad
se quedó en silencio unos instantes, y después dijo:
- los señores Otori tienen la
intención de reclamar la herencia de Shigeru y declarar ilegal tu adopción. No
contentos con participar en la conspiración que lo llevó a su muerte, ahora
quieren mancillar su memoria. Pero hablaremos de eso más tarde. Te sorprendería
saber cuántos son los que esperan tu regreso. Lo comprobarás en primavera,
cuando tus hombres vengan a buscarte. También he estado custodiando algo que te
pertenece.
- Jato, el sable de Shigeru –
exclamé yo.
El asintió.
- vas a necesitarlo.
Desvainé a Jato, contemplé su
afilada hoja, y pensé en la fragua que lo
había forjado y le había otorgado semejante combinación de fuerza y
delicadeza, algo que lo convertía en un arma letal. Los pliegues del acero le
proporcionaban un hermoso aspecto; parecía que fuesen olas. Era el regalo que
yo había recibido de Shigeru, junto con mi nombre y mi vida. Lo empuñé con las
dos manos y realicé los movimientos tradicionales que él me había enseñado en
Hagi.
Jato entonó para mí su melodía de
guerra y de sangre.
Todas las noches, después de
repasar los informes que Shigeru había dejado secretamente a cargo del abad cuando
visitó la tumba de su hermanos, salía a recorrer los alrededores, poniendo
especial atención en los movimientos y sonidos que se encontraban a el bosque
que rodeaba el templo.
En cierta ocasión, cuando
regresaba a casa al amanecer, escuché el agudo jadeo de un animal, y al momento
descubrí a un lobo en mitad del sendero. Me detectó por el olfato, pero no
podía verme. Yo me encontraba lo suficientemente cerca para ver el pelaje
rojizo detrás de sus orejas y oler su aliento. Asustado, el lobo soltó un gruñido,
retrocedió, se dio la vuelta y se adentró en la maleza. Escuché cómo se detenía
y olfateaba el aire. Su sentido del olfato era tan fino como mi oído. Nuestros
mundos de los sentidos se superponían; el mío, dominado por los sonidos; el
suyo, por el olor. Decidí seguirlo.
Entonces, volví a ver a Raku, mi
caballo, había sido mi regalo para Changmin; era una de las escasa pertenencias
que me había quedado tras la caída de Inuyama. ¿Podría él haberlo vendido… o
regalado? ¿Y si Raku hubiera traído a Changmin hasta mí?
Entre los establos y los aposentos
de los huéspedes había un pequeño patio con pinos y linternas de piedra. Entré
en él. Sabía que alguien estaba despierto, pues escuchaba el sonido de su
respiración detrás de la contraventanas. Me acerqué a la veranda, desesperado
por saber si se trataba de Changmin, y al mismo tiempo convencido de que en un
instante podría verlo.
Estaba más hermoso de lo que
recordaba. Sus enfermedad lo había vuelto más delgado y frágil; pero también
había resaltado la belleza de sus rasgos y esbeltez de su cuello y muñecas. Los
latidos de mi corazón silenciaron el mundo que me rodeaba. Entonces, entendí de
repente que estaríamos a solas durante unos momentos – antes de que los demás
despertaran – y me arrodillé ante él.
- incorpórate – susurró.
- vi a mi caballo y supe que
tenías que estar aquí; pero no podía creerlo.
- me dijeron que estabas en el
templo… en grave peligro, pero que seguías con vida.
- el riesgo no es tan grave –
exclamé -. Mi mayor peligro proviene de ti, lo que más me aterra es que no
puedas perdonarme.
- me es imposible no perdonarte –
replicó con sencillez -, siempre que no me vuelvas a abandonar.
- me enteré de que ibas a casarte.
Durante todo el invierno he temido que hubieras contraído matrimonio.
- existe un hombre que quiere
casarse conmigo, el señor Fujiwara; pero aún no se ha celebrado el matrimonio,
ni siquiera estamos comprometidos.
- entonces, tu y yo tenemos que
casarnos de inmediato. ¿Has venido a visitar el templo?
- esa era mi intención; después,
pensaba dirigirme a Inuyama.
- enviaré a unos hombres para que
te escolten hasta el templo. A la caída de la tarde iré a los aposentos. Tenemos
que elaborar muchos planes. No me mires a los ojos. – añadí - no quiero que caigas dormido.
- no me importaría – replicó él-. Apenas logro conciliar el sueño.
Hazme dormir hasta esta tarde, y así las horas pasarán más deprisa. Cuando me
sumiste en aquel sueño en Terayama, la diosa Blanca vino hasta mí y me pidió
que tuviera paciencia, que te esperara. Estoy aquí para darle las gracias por
ello, y también por haberme salvado la vida.
- me ha dicho que estuviste a
punto de morir – exclamé, pero la emoción no me permitió continuar hablando. -
¿ha venido contigo Muto Shizuka?
- sí.
- ¿y también traes un lacayo de la
Tribu llamado Kondo Koiichi?
Changmin asintió con un gesto.
- pues debes deshacerte de ellos.
Por el momento, deja aquí al resto de tus hombres. ¿te acompaña alguna otra
mujer?
- sí – respondió.
- la Tribu me ha sentenciado a
muerte – le expliqué – y, por lo tanto, cualquier miembro de la organización
representa un gran riesgo para mí.
- ¿no corres peligro al estar aquí
conmigo, fuera del templo?
Sonreí.
- nunca he permitido que me
encierren. Me gusta salir de noche. Necesito conocer el terreno y saber si los
Otori tienen la intención de cruzar la frontera y atacarme. Regresaba al templo
cuando vi a Raku, y éste me reconoció. ¿le oíste relinchar?
-Raku también te ha estado
esperando – aseguró - ¿es que acaso todos desean tu muerte?
- no van a conseguir acabar
conmigo. Todavía no. Esta noche te explicaré la razón.
El cuerpo de Changmin se inclinó
ligeramente, le imité al instante, y lo tomé entre mis brazos. Deposité un
suave, casi imperceptible beso, sobre la piel expuesta de su cuello.
- puedo oír que alguien ha
despertado… - susurré – tengo que irme.
Me hice invisible y me alejé de
allí. Oí que Changmin, asustado, emitía un grito, y caí en la cuenta de que no
le había hablado de los poderes extraordinarios que había heredado de la Tribu.
Pensé que había innumerables
asuntos de los que teníamos que hablar; ¿tendríamos algún día tiempo
suficiente? Ascendí la colina a grandes zancadas, henchido de energía y de
júbilo, como si hubiera ingerido una porción mágica. Changmin estaba allí. No
se había casado. Por fin sería mío.
Como hacía a diario, me dirigí al
cementerio del templo y me arrodillé ante la tumba de Shigeru. Le conté lo que
sin duda ya sabía: que me disponía a cumplir sus últimos deseos y, como no, que
iba a contraer matrimonio con Shirakawa Changmin.
De repente se produjo una fuerte
sacudida y la tierra tembló. En ese mismo instante tuve la certeza de que
casarme con Changmin era la mejor decisión que podía tomar, y me embargo un
sentimiento de urgencia: teníamos que hacerlo de inmediato.
Mientras hacía preparativos me
dispuse a comentárselo a Makoto, que estaba dándole de comer a las carpas.
- no te enfades conmigo – pidió
Makoto, tras una pausa – conozco tus sentimientos hacia él. Sólo te estoy
diciendo lo que pronto estará en la mente de todos.
- ¡él también me ama!
- el amor no tiene nada que ver
con el matrimonio – Makoto hizo un gesto de negación con la cabeza y me miró
como si yo fuera un niño.
- ¡nada va a impedírmelo! Changmin
está aquí. No estoy dispuesto a
perderlo otra vez. Nos casaremos esta misma semana.
- debo ir a meditar – anunció
Makoto.
- mi decisión es irrevocable. ¡Vete
a meditar! Yo hablaré con Kahei y, después iré a ve al abad.
Alcancé a los hermanos Miyoshi
cuando se dirigían colina abajo para hablar con un armero.
- no te ofendas, Yunho; pero todos
hemos oído los rumores. Dicen que provoca la muerte a los hombres.
- sólo a los que sienten deseo por
él.
-también dice que es tan hermoso
que es imposible mirarlo sin deseo. ¡Nos envías a una muerte segura! – bromearon.
Yo no estaba de humor para bromas,
pero las palabras de los hermanos me hicieron caer en la cuenta con mayor nitidez de lo imprescindible que era
que Changmin y yo nos casáramos. Él me había dicho que únicamente se sentía a
salvo conmigo, y yo entendía el porque: sólo casándose conmigo se salvaría de
la maldición que parecía perseguirle.
- llevad a el señor Shirakawa a
los aposentos de las mujeres del pabellón de huéspedes lo antes posible – le
ordené secamente – decidle que iré a verlo hacia la hora del Mono.
- Yunho es realmente intrépido –
masculló Gemba.
- el señor Shirakawa va a
convertirse en mi esposo.
Mi confidencia los dejó atónitos,
pero se dieron cuenta de que yo estaba hablando enserio, y no pronunciaron
palabra. Una vez que hubieron traspasado la cancela del templo, bromearon a mi
costa durante un rato – sin darse cuenta de que podía oírlos -. Por un instante
pensé en llegar hasta ellos y darles una buena lección, pero ya llegaba tarde a
mi encuentro con el abad.
Mientras elevaba el palo para
colocarme en posición de ataque, me invadió una oleada de cansancio. Apenas
había dormido la noche anterior y no había probado bocado desde la cena.
Entonces, Changmin me vino a la memoria. Vi de nuevo su silueta sentado en la
veranda, y al momento volví a sentir que la energía fluía en mi interior. En
ese instante entendí que no podía vivir sin él; Changmin era toda mi vida, sólo
junto a él podía ser yo mismo.
- se trata de un amor pasajero. No
permitas que te afecte a la hora de tomar decisiones.
- es mucho más que eso.
El abad suspiró.
- todos nosotros hemos creído eso
alguna vez en un momento u otro de nuestra vida. Créeme, semejante ilusión no
dura mucho.
- el señor Shigeru y la señora
Maruyama se amaron profundamente durante años – me atreví a decir.
- si, debe ser algún tipo de
locura que afecta a la sangre Otori – replicó él, pero su expresión se había suavizado.
– parece como si el espíritu de ambos os hubiera ofrecido a ti y al señor
Shirakawa una segunda oportunidad. Puedes iniciar los preparativos necesarios.
Cuando me encontré con Changmin
aquella tarde, no hablamos de amor, sino de estrategia. No teníamos necesidad
de hacernos saber nuestros sentimientos: íbamos a casarnos. Pero si el destino
nos reservaba una vida lo suficientemente larga como para ser felices, debíamos
actuar con prontitud para consolidar nuestro poder.
Cuando Makoto me dijo por primera
ver que Changmin planeaba forma un ejército, yo había pensado que él sería un
magnífico aliado, y no me había equivocado. Él coincidió conmigo en que lo
mejor sería que nos dirigiéramos directamente a Maruyama, y me relató el
encuentro que tuvo durante el otoño con Sugita Haruki. Como él esperaba
noticias de Changmin, él me propuso que enviáramos a varios hombres de
Shirakawa al dominio para comunicar a Sugita nuestras intenciones. Yo me mostré
de acuerdo y decidí que Gemba, el menor de los hermanos Miyoshi, los
acompañara. No enviamos mensaje alguno a Inuyama: cuanto menos supiera Arai de
nuestros planes, mejor.
- Shizuka me dijo que Arai montará
en cólera cunado se entere de nuestro matrimonio – comentó Changmin.
Yo sabía que eso era lo más
probable. Deberíamos haber tenido mejor criterio; deberíamos haber sido más
pacientes. Tal vez si nos hubiéramos acercado a Arai a través de los canales
adecuados, él se abría puesto de nuestro lado. Pero Changmin y yo nos vimos
arrastrados por una urgencia cercana a la desesperación, pues éramos concientes
de que podíamos morir en cualquier momento.
Por ello, nos casamos unos días
más tarde ante el santuario, a la sombra de los árboles que rodeaban la tumba
de Shigeru. Al cumplir su voluntad, también estábamos desafiando todas las
normas de nuestra casta. Podría decir en nuestra defensa que ninguno de los dos
había tenido una infancia normal.
Podríamos haber considerado este
hecho como un mal augurio, pero aquella noche, tras el banquete y las
celebraciones, cuando por fin Changmin y yo nos encontramos a solas, no
pensamos en presagio alguno. En Inuyama habíamos hecho el amor de forma
entregada y desesperada, pues estábamos convencidos de que moriríamos antes del
amanecer. Pero en la noche de nuestra boda, protegidos tras los muros de
Terayama, tuvimos tiempo para explorar nuestros cuerpos, para amarnos
sosegadamente. Además, Yuki me había instruido en el arte del amor.
Hablamos sobre lo que habíamos
vivido desde que nos habíamos separado. Le conté de mi visita a Hagi y mi huida
a través de la nieve. No le mencioné a Yuki, de la misma forma que él no
tampoco me reveló alguno de sus secretos con respecto al trato con Fujiwara. Un
escalofrió me recorrió la espalda y, por un instante, pensé que podía tratarse
de una premonición, pero alejé tal pensamiento de mi mente porque no quería que
nada perturbara mi felicidad.
Me desperté hacia el amanecer y encontré a Changmin dormido entre mis brazos. Su
piel era blanca y aterciopelada, fresca y cálida a la vez. Su cabello negro y
espeso, desprendía un olor a jazmín. En el pasado yo había pensado en Changmin
como una flor de las cumbres, imposible de alcanzar; pero ahora estaba a mi
lado, ya era mío. Mientras asimilaba aquella nueva realidad, el silencio mundo
de la noche permaneció inmóvil a mi alrededor. Los ojos se me llenaron de
lágrimas. El reino celestial era bondadoso; los dioses me amaban: ellos me habían
entregado a Changmin.
Durante los días siguientes la
vida nos sonrió. El tiempo era cálido y soleado, y todos los moradores del
templo parecían encontrarse felices por nuestra causa: desde Manami, cuyo
rostro se iluminó de alegría cuando nos trajo el desayuno la primera mañana
después de la boda, hasta el abad, quién continuaba entrenándome y burlándose
de mi despiadadamente cuando me
descubría bostezando. Tan sólo Makoto mostraba una actitud indiferente.
Las flores de los cerezos
empezaban a caer, y los días se alargaban por el cambio de estación. Los preparativos
del invierno habían concluido; la primavera daba paso al verano, y el verano era
tiempo de guerra. Nos enfrentaríamos a cinco batallas; ganaríamos cuatro de
ellas y perderíamos una.
Fin.
Con esto terminó mi adaptación tributo a la saga Leyendas de los Otori que cubre sólo los primeros dos tomos "El suelo del ruiseñor" y " Con la hierba en la almohada", son un total de más de 600 páginas que espero haber resumido lo más fielmente posible (tomando en cuenta que en este caso los protagonistas son dos hombres). Se agradecen los comentarios.
ahhhh!!! estuvo increible >w<
ResponderEliminarpor un momento pense q Yunho qeria olvidar a Changmin con Yuki, pero bien, le dejo en claro q nunca dejaria d amarlo =] pero a pesar d eso ella qedo embarazada... pero tbm senti pena x ella por q al final la utilizaron pero weeenoo...
me dolio muxo mi kokoro cuando lei q Changmin estaba por morir T^T... pero tenia q suceder para q el babo de Yunho se de cuenta q sin Changmin el no podria vivir... y q lindo final por fin se casaron wiiii *u*... el abad se las sabe todas, trolleando a Yunho por q no 'descansa', con la ultima imagen nos dice todo haha xD
gracias por esta adaptacion ^-^